La he rescatado de fres·home y me ha gustado de ella su forma compacta, la sencillez de sus lineas y ese guiño a su sustentabilidad imposible, intentando en vano apoyarla sobre un plano vertical -necesita, está claro, de las dos patas pseudo-invisibles que lo suplementan-
Desde cierta perspectiva, me recuerda a la mesa Tulip, de 1956, de Eero Saarinen, cuyo clon tenemos en la Docksta de Ikea.
Mención aparte merece el ambiente. Es una cocina con vocación de comedor-salón gracias a varios puntos:
- la combinación sobria y neutra de colores amenizada por el omnipresente amarillo de esta temporada.
- la iluminación cálida y puntual de los focos de cristal.
- la utilización de visillos de suelo a techo matizando la luz exterior.
- el uso del papel pintado, presente de una forma moderada, en el rincón de office.
Sin duda, es una combinación de elementos con éxito asegurado.